jueves, 12 de junio de 2014

No confiar en las pariencias

                                                   No confiar en la apariencias
                                           
Había cierto rey que tenía muchas higueras plantadas en su huerta, apreciaba tanto esta fruta, que determinó guardas los árboles para que no se las robaran. Con este fin, puso en el huerto a un ciego y a un cojo. Al día siguiente, cuando los visitó el rey, vio que habían desaparecido los mejores higos de su árbol, y pregunto a los guardianes qué había sido de los frutos.

 
              -No lo sé, no lo sé - replicó con insistencia uno de ellos.
              - Ni yo tampoco- respondió su compañero.
El rey, luego, les preguntó si se los habían comido ellos mismos.

               - No pude robar los higos- dijo el cojo-; pues no puedo subir a los árboles.
               - Y yo no puedo cogerlos -dijo el ciego-, porque no veo.
Pero el rey era muy sabio y pronto descubrió que el ciego había cargado al cojo y mientras aquel utilizaba sus piernas, este hacía uso de sus ojos y manos, robando de esta manera los higos. Los dos fueron castigados severamente.

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